El otoño del vino
El otoño en el viñedo tiene algo mágico. Las hojas de las vides cambian de color, pintan el paisaje de tonos dorados, rojizos y marrones y crean un espectáculo no solo visual, sino también emocional que nos recuerda que la naturaleza sigue su curso.
Llega el descanso en el campo tras el trabajo incesante en la vendimia y, mientras tanto, en las bodegas, el vino va viviendo su particular otoño. Los mostos están en plena transformación, fermentando lentamente hasta convertirse en los vinos DO que llenarán nuestras copas en los próximos años. Gracias a la acción de las levaduras, los azúcares del mosto se convierten en alcohol y dióxido de carbono a través de un proceso bioquímico y se consigue el tan esperado vino.
El hecho de que la fermentación se produzca en otoño no es casual. El clima otoñal es ideal para la fermentación, ya que las temperaturas moderadas favorecen un control más preciso de este proceso. En las bodegas más tradicionales, el descenso de las temperaturas externas ayuda a evitar fermentaciones descontroladas, mientras que, en las modernas, los depósitos de acero inoxidable permiten una mayor precisión y control.
El resultado final de este proceso definirá el carácter del vino y sus aromas, sabores y texturas empezarán a desarrollarse en esta etapa. Por eso, el otoño, ese momento en el que parece que todo va perdiendo fuerza y vigor, es cuando la bodega se llena de vida y los mostos empiezan a convertirse en los vinos DO que disfrutaremos meses o años después.
El otoño en los viñedos no es solo una estación, es un recordatorio de que el vino está vivo y en la próxima copa de vino DO que disfrutes habrá una parte de este otoño.