D.O.Ca. Priorat, tradición e identidad
En plena Costa Dorada y con una marcada huella de la influencia romana, Tarragona respira tradición, cultura y sobre todo, una evocadora combinación entre mar y montaña. Tarragona son pueblos costeros bañados por el Mediterráneo, pero también paisajes definidos por escarpadas montañas que se extienden a lo largo de la sierra de Montsant. Su orografía abrupta se caracteriza principalmente por suelos pizarrosos conocidos como llicorelles y por pendientes muy pronunciadas en las que se mezclan una gran variedad de vegetación y cultivos.
En este panorama extremadamente rocoso se asienta la Denominación de Origen Calificada Priorat, con 17 kilómetros cuadrados de extensión que acoge 9 pueblos y en la que destaca la elaboración de vino D.O. con uva Garnacha y con uva Mazuelo. Hacemos un paréntesis para recordar que la D.O.Ca. Priorat es la única denominación de origen calificada en Cataluña y una de las dos únicas con esta distinción en España, junto a la D.O.Ca. Rioja.
Hay que remontarse al siglo XII para llegar al origen de esta tradición vitivinícola con la fundación de la Cartuja de Escaladei, cuyos integrantes, de origen francés, trasladaron una incipiente sabiduría agrícola previamente desarrollada por comunidades benedictinas a lo largo de todo el continente europeo.
Hoy, ocho siglos después, la cultura del vino sigue muy viva en la región, marcada por su característico relieve, que condiciona, en gran medida, la distribución de sus viñedos. Muchos de ellos están plantados en laderas denominadas costers, de manera tradicional o en terrazas, configurando así el paisaje representativo del Priorat. Esta forma de cultivar el viñedo imposibilita, en muchos casos, la utilización de maquinaria, con lo que el trabajo se convierte en una tarea prácticamente artesanal. El sol, la gran amplitud térmica entre el día y la noche y el aislamiento frente a los fuertes vientos del norte, componen el peculiar clima del que disfruta la comarca, y hacen del vino del Priorato un vino de personalidad única que refleja una tierra, una historia y una manera de hacer las cosas propia y ligada a su territorio.
Las bodegas que conforman esta denominación de origen están principalmente constituidas por pequeñas empresas y cooperativas familiares que no sólo cultivan la vid, sino que la miman. La producción de esta D.O. queda lejos de las grandes cifras de las denominaciones de origen más grandes; sin embargo, este reducido tamaño le permite tener la certeza de la calidad que ofrece.
Y además de disfrutar de un buen vino, la gastronomía juega un papel muy importante en esta zona: platos como la tortilla en salsa con espinacas y judías o las típicas tortas de aceite, harina y azúcar conocidas como coques hacen de la región un lugar 100% disfrutable gastronómicamente. Para comprobarlo, basta con acercarse y dejarse llevar. Sin duda, una apuesta segura.