
D.O.P. Calatayud, artesanía y calidad desde el siglo I a.C.
En la entrada de hoy viajamos a tierras aragonesas para descubrir que el cultivo de la vid en Calatayud se remonta al siglo II a. C., al descubrirse un lagar en el pueblo de Segeda. Retrocediendo aún más en el tiempo, encontramos la primera referencia sobre la gran calidad de los vinos de la Comarca, escrita en el siglo I por el historiador Marco Valerio Marcial.
Bílbilis Augusta fue una ciudad boyante alrededor de la cual los árabes fundaron la Calatayud que conocemos hoy en día. Con estas tierras como escenario, los romanos desarrollaron los viñedos, los musulmanes los abandonaron y los cristianos los hicieron resurgir nuevamente durante la reconquista.
A finales del siglo XII, los monjes del Cister fomentaron la plantación de viñedos y fundaron el Monasterio de Piedra, cuyas bodegas avalan la importancia de ese cultivo. Actualmente el Monasterio aloja el Museo del Vino D.O. Calatayud.
Esta zona siempre ha sido orográficamente complicada. Se caracteriza por una intrincada red conformada por los diferentes afluentes del río Ebro. Sus viñedos, situados a altitudes de entre 550 y 1.040 metros, descienden las sierras exteriores y rodean esta área tan especial. Predominan las variedades tintas, representando más del 90 % de los viñedos, y aunque entre todas ellas destaca la Garnacha tinta, todas las variedades presumen de una calidad exquisita.
Las bodegas, que superan los 250 años de antigüedad, se excavaron a mano con orientación norte, conservando así la temperatura y el nivel de humedad ideales. En aquella época, todos los procesos, desde el cultivo hasta la prensa o la fermentación, se realizaban de forma manual.
Más tarde, la llegada de la filoxera a Francia favoreció que los viñedos se expandieran hasta superar las 44.000 hectáreas. Además, gracias a las buenas comunicaciones ferroviarias de Calatayud, se promocionó la exportación del vino y, por ende, un mayor cultivo de la vid.
En los años 60, los viticultores se unieron para crear cooperativas y, posteriormente, los bodegueros solicitaron la Denominación de Origen, que se concedió a finales de los años 80. La DOP Calatayud se constituyó finalmente en el año 1989 y, en la actualidad, está formada por cerca de 1.000 viticultores y una quincena de bodegas.
Como podemos comprobar, la Denominación de Origen Protegida de Calatayud tiene a sus espaldas una larga historia de trabajo artesanal y cuidado exhaustivo de sus vinos, garantía siempre de un producto de excelente calidad.