
La cultura del vino
El vino y la cultura son dos elementos imposibles de separar. Están tan estrechamente unidos que es difícil entender el uno sin el otro.
El vino lleva entre nosotros siglos y gracias a su capacidad evocadora hemos descubierto que tiene el poder de contar historias. Historias de viñedos y variedades de uva; historias de los territorios y zonas en las que se cultivan; historias de las gentes que las trabajan…; todas hablan de esfuerzo, de sacrificio y de trabajo bien hecho. En definitiva, hablan de una forma de vida y de un legado.
Esas historias son las que conforman la cultura de países y regiones. Y se van transmitiendo a lo largo del tiempo, conformando su identidad y la de las personas que habitan en ellas. ¡Y qué duda cabe que en esta simbiosis entre vino y cultura tienen mucho que decir las denominaciones de origen! Desde la aparición de éstas, una de sus principales funciones ha sido la de proteger la forma en la que se ha producido y elaborado el vino en determinadas zonas, respetando la tradición, preservando las variedades autóctonas y garantizando la calidad y el origen.
El vino es por tanto una celebración de las raíces culturales de cada región, de sus tradiciones y de su idiosincrasia. Para los extranjeros, es un elemento diferenciador de la cultura de ciertos países y, a su vez, ciertos países son incapaces de concebir su cultura sin uno de los pilares que ayudan a construirla.
En los últimos tiempos, la cultura del vino se ha extendido al gran público gracias, entre otras cosas, al enoturismo. Antiguamente sólo los habitantes de las zonas vitivinícolas conocían los procesos de producción y elaboración, las distintas fases de la vendimia o se interesaban por saber algo más sobre cómo la uva llega a convertirse en vino; pero hoy por hoy esta cultura del vino es uno de los elementos dinamizadores de muchos territorios. Gracias a ella se fomenta el turismo, se conocen sus bodegas, festividades, folclore, gastronomía…
Y hablando de gastronomía, la española es reconocida mundialmente y conforma una parte más que importante de nuestra cultura. ¿Quién no disfruta de la experiencia de tomar unos vinos y unas tapas? Yendo todavía más lejos, en nuestra afamada y aplaudida dieta mediterránea, declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, encontramos también al vino. Considerado alimento y siempre consumido con responsabilidad y con moderación, su maridaje nos descubre emocionantes experiencias de texturas y sabores. El vino es un producto ancestral, intrínsecamente arraigado a la sociedad mediterránea desde el inicio de la civilización.
A través del tiempo, el vino se ha convertido en un complemento cultural de la gastronomía y en una forma de vida; un contador de historias y herencias culturales. En Movimiento Vino D.O. queremos seguir apoyando esta cultura, transmitiéndola. Porque sin cultura, no hay identidad y los vinos con denominación de origen saben mucho de ambas.